El alumno y la crítica: una lección de humildad en las artes marciales


" Era un enredador, siempre estaba criticando, censurando, calumniando y a la hora de estudiar los Vedas siempre llegaba tarde a clase. Conoció a un maestro que enseñaba todo lo que sabía, a cada uno lo que debía saber y de acuerdo con su percepción de la vida, de su familia, del respeto a los demás o de la confianza depositada en el.

 Muchos años estuvo a su lado pero un día empezó a desprestigiarle y a medrar entre los demás alumnos diciéndoles: 

- No es una mala persona pero carece de originalidad y brillantez. Siempre repite lo mismo limitándose a contarnos lo que a su vez a el le han dicho. Es un mediocre, un infeliz del que no se puede aprender nada.

El maestro le hizo llegar un mensaje a su alumno; el bocazas – le llamaban sus propios compañeros-, aceptó la invitación –un poco turbado por el contenido del mismo pues aquellos ya se habían encargado de modificar su contenido-.

- Siéntate a mi lado, le dijo el maestro, al mismo tiempo que el cizañero hacia una reverencia como si nada hubiera pasado.

Cuando estaban sentados, el maestro le dio una taza de té al invitado.

El alumno la probó despacio, una vez más con desconfianza y notó que tenía un sabor fétido, nauseabundo y tirándola al suelo, le increpó con desdén, diciéndole:

- Pero, ¿qué me has dado para beber?.

- Té, le dijo el mentor.

- Eso no es té. Yo he tomado té durante muchos años, y esto no es té, me estas engañando.

El maestro, con la tranquilidad de la experiencia, le dijo:

- Como se que no te gusta la manera que a mi me han dicho de preparar el té y te gusta lo genuino y original en lugar de las recetas tradicionales y repetidas, te había preparado un té especial, añadiéndole pimienta, orina y sal. Un té como el que yo tomo te hubiera resultado mediocre, ¿verdad?."


" La verdadera sabiduría no se encuentra en el juicio superficial, sino en la capacidad de dominar lo esencial. En las artes marciales, el progreso no se encuentra en la novedad constante, sino en el dominio de lo aprendido, en la paciencia de repetir lo esencial hasta lograr la perfección."

 

Reflexión crítica

En las artes marciales, la relación entre el maestro y el alumno es crucial no solo para el desarrollo técnico, sino también para el crecimiento personal. El proceso de aprendizaje es una travesía que exige paciencia, disciplina y, sobre todo, respeto. Sin embargo, el camino hacia el dominio de un arte marcial no está exento de obstáculos internos, y uno de los más comunes es el peligro de caer en la trampa de la crítica destructiva.

El texto que acompaña esta reflexión y de autor desconocido me trae a la memoria un alumno que, al principio, y a pesar de sus limitaciones físicas, parecía tener todo el potencial para avanzar y alcanzar un alto nivel. Pero, con el tiempo, se desvió de su propósito y se convirtió en un "enredador", como en la historia que comparto. Este alumno, inicialmente prometedor, comenzó a caer en la crítica constante, cuestionando mi enseñanza sin ninguna base. Su actitud hacia lo que le enseñaba, al compararlo con lo que consideraba más "original" o "brillante", lo alejó no solo de mis enseñanzas, sino también de la esencia misma del camino marcial.

Con el tiempo, este alumno pasó de ser un alumno a un "enredador" que se dedicaba no solo a llegar tarde a los entrenamientos, sino también a menospreciar entre sus iguales la enseñanza. Señalaba mi "falta de originalidad" y mi "mediocridad", pero carecía por completo de capacidades físicas, conocimientos técnicos y docentes necesarios para hacer tales afirmaciones. No tenía ni la capacidad docente ni la comprensión profunda de los principios del arte para juzgar mi enseñanza, ni tampoco las cualidades físicas que le permitieran evaluar objetivamente el entrenamiento. Esta actitud no solo no promovía su propio aprendizaje, sino que creaba un ambiente tóxico para el resto de los alumnos. Debido a su falta de respeto y su actitud destructiva, finalmente tomé la decisión de expulsarlo de la escuela junto a otras 3 manzanas podridas y antiguos miembros, kodansha, de mi escuela. Fue una decisión difícil, pero necesaria para proteger el proceso de enseñanza y asegurar que el entorno se mantuviera respetuoso y propicio para el aprendizaje. 

La crítica destructiva, alimentada por un ego inflado y la falta de comprensión profunda, es una de las trampas más peligrosas en las que un alumno puede caer. En las artes marciales, como en la vida, la verdadera maestría no reside en la búsqueda constante de lo novedoso o espectacular, sino en la repetición constante de los principios fundamentales. Las enseñanzas de un maestro no siempre tienen que ser innovadoras, pero son las que proporcionan la base sólida necesaria para el crecimiento psico-físico y moral del alumno, verdadero objetivo de las artes marciales tradicionales japonesas, Budo y Kobudo. 

El momento crucial en la historia, cuando el maestro prepara un té "especial" para el alumno, sirve como una poderosa metáfora. Al ofrecerle un té que, en lugar de ser lo esperado, está "aderezado" con ingredientes que lo desagradan, el maestro le demuestra que lo que él considera "original" no siempre es lo mejor. Esta acción simboliza cómo la búsqueda de lo novedoso puede desviar al alumno de lo verdaderamente valioso: la correcta ejecución de lo que ya se sabe. 

Esta historia también pone de relieve el impacto que la crítica destructiva tiene no solo sobre el que la recibe, sino también sobre el que la emite. Cuando el alumno comienza a emitir juicios sin fundamento, termina alejándose de su propio proceso de aprendizaje y, lo que es más grave, pierde la oportunidad de seguir evolucionando. La humildad es un principio fundamental en las artes marciales. Un buen alumno sabe que el verdadero progreso proviene de la dedicación y el respeto hacia su maestro y su enseñanza, no de la constante comparación con lo "nuevo" o lo "espectacular". Es solo a través de la apertura al aprendizaje y la disposición a crecer con lo que se nos ha enseñado que alcanzamos el verdadero dominio.

En conclusión, la crítica vacía y sin base solo sirve para frenar el desarrollo del alumno. La verdadera sabiduría radica en la capacidad de reconocer la validez de lo aprendido, en lugar de buscar lo que parece "mejor" desde una perspectiva superficial. La humildad, el respeto y la paciencia son los valores esenciales que guían a un verdadero alumno en su camino marcial. Como en la vida, el progreso genuino no depende de lo que se cree "original" o "brillante", sino de la dedicación constante a la práctica, el respeto por quienes nos enseñan y el de maestros por sus alumnos. 


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